Un poco de mentira que
estamos acostumbrados a creer, versión Walt Disney
Ahora la verdad de los libros!!!
Traducción de Juan Luis Dammert sobre la versión recogida por los hermanos Grimm en 1857 o lo que es lo mismo LA HISTORIA REAL DE CENICIENTA!!!!!!!
La esposa de un hombre rico se enfermó y cuando sintió que su fin
estaba cerca, llamó a su única hija junto a su lecho de muerte y le dijo:
"querida hija, debo irme, pero cuidaré de ti desde el cielo. Te ayudaré
cuando me necesites. Solo mantente piadosa y buena". Cuando dijo esto,
cerró los ojos y murió.
La niña iba a la tumba de su madre todos los días, y se mantuvo buena y pía.
Llegó el invierno y la tumba se puso blanca de nieve; para cuando la primavera
derritió la nieve, el hombre rico ya se había casado con otra mujer.
Ella trajo dos hijas a la casa, junto con ella. Eran lindas, con lindas caras,
pero malvadas y de corazón sombrío. Los tiempos se pusieron muy malos para la
pobre hijastra.
Qué hace esta inútil en el mejor cuarto de la casa, dijo la madrastra, que se
vaya a la cocina. Y si quiere comer, tiene que ganárselo, que sea nuestra
sirvienta.
Le quitaron sus bonitos ropas y le dieron a cambio un viejo vestido gris y unos
zapatos de madera, burlándose de ella, llevándola a la cocina. La pobre niña
tuvo que hacer los trabajos más difíciles; tenía que levantarse antes del
amanecer, cargar agua de la fuente, hacer el fuego, cocinar y lavar. Para colmo
de males, sus hermanastras la ridiculizaban, y mezclaban alverjas con lentejas en
las cenizas, y ella tenía que pasar todo el día escogiéndolas. En la noche,
cuando estaba cansada, no había cama para ella y tenía que echarse junto a la
chimenea, en las cenizas. Porque siempre andaba sucia de polvo y ceniza, la
empezaron a llamar Cenicienta.
Un día el padre se iba a ir a la feria del pueblo, y preguntó a las hijastras
qué cosa querían que les trajera.
-Lindos vestidos, dijo una
-Joyas y perlas, dijo otra
- ¿Y tú Cenicienta, qué cosa quieres?
- Padre, tráeme la primera ramita que roce tu sombrero a la hora del regreso.
Así, el padre compró lindos vestidos, perlas y joyas para sus hijastras. En el
camino de regreso a casa, mientras cabalgaba por una quebrada, una rama de
avellano le rozó la cabeza, echando a volar su sombrero. Entonces rompió la
rama y la llevó con él a casa. Dio los regalos a las hijastras, y a Cenicienta
le dio la ramita cortada.
Cenicienta le agradeció, y fue a la tumba de su madre. Ahí plantó la ramita, y
lloró tanto que sus lágrimas cayeron sobre ella y la regaron. La ramita creció
y se convirtió en un bello árbol.
Cenicienta iba a su árbol tres veces al día, para llorar y rezar. Una paloma
blanca se paraba cada vez en el árbol, y cada vez que Cenicienta pedía un
deseo, la paloma le alcanzaba lo que ella había pedido.
Entonces, por esos tiempos, sucedió que el rey anunció una gran fiesta de tres
días, con baile, donde el príncipe escogería una novia entre todas las chicas
que fuesen invitadas. Cuando las dos hermanastras escucharon que ellas habían
sido invitadas, se alegraron mucho.
Llamaron a Cenicienta y le ordenaron:
-Cenicienta, péinanos. Lustranos los zapatos y ponnos cintas en el pelo. Nos
vamos al baile en el palacio del rey.
Cenicienta obedeció, pero llorando, porque ella también quería ir a la fiesta.
Le rogó a la madrastra que le diera permiso para ir.
- Tú, Cenicienta? dijo la madrastra. Tú? Toda sucia y cubierta de polvo, tú
quieres ir al baile? No tienes ni zapatos ni vestido, y así todavía quieres
bailar!
Ya que Cenicienta seguía insistiendo, la madrastra le dijo: -He esparcido una
vasija de lentejas entre las cenizas para ti. Si las puedes recoger en dos
horas, puedes ir con nosotras.
La muchacha fue al patio y llamó: Palomas, palomitas, todos ustedes pajaritos
que vuelan bajo el cielo, vengan y ayúdenme!
“Las buenas a la olla
las malas al fogón “
Dos palomitas blancas entraron por la ventana de la cocina, y las palomas
torcazas, y las cuculís y todos los pajaritos del cielo entraron chillando y
picoteando entre las cenizas. Movían sus cabezas y picaban, picaban, picaban.
Todas las aves empezaron a picar, picar, picar. Pusieron todos las buenas
lentejas en la olla. No se les escapó ni una.
La muchacha llevó la olla donde la madrastra, y estaba feliz, pensando que
ahora le permitirían ir al baile. Pero la madrastra dijo: -No Cenicienta, no
tienes ropa, y no sabes bailar. Todos se van a reír de ti.
Cenicienta empezó a llorar, y cuando la madrastra dijo: puedes ir si eres capaz
de recoger dos tazones de lentejas de entre la ceniza para mí, en una hora.- La
madrastra pensaba que Cenicienta nunca podría hacerlo.
La muchacha fue otra vez al patio y llamó: Palomas, palomitas, todos ustedes
pajaritos que vuelan bajo el cielo, vengan y ayúdenme!
“Las buenas a la olla
las malas al fogón “
Dos palomitas blancas entraron por la ventana de la cocina, y las palomas
torcazas, y las cuculís y todos los pajaritos del cielo entraron chillando y
picoteando entre las cenizas. Movían sus cabezas y picaban, picaban, picaban.
Todas las aves empezaron a picar, picar, picar. Pusieron todos las buenas
lentejas en la olla. No se les escapó ni una.
La muchacha llevó la olla donde la madrastra, y estaba feliz, pensando que
ahora sí le permitirían ir al baile. Pero la madrastra dijo:
- De ninguna manera. No vas con nosotras, porque no tienes vestidos y porque no
sabes bailar. Nos llenarías de vergüenza!
Al decir esto, le dio la espalda a Cenicienta y partió con las dos altaneras
hermanastras al baile.
En ese momento, cuando no había nadie más en la casa, Cenicienta fue hacia la
tumba de su madre, bajo el gran avellano, y llamó:
“menéate, sacúdete
arbolito de avellano
dame oro dame plata
meneate por mi “
Entonces la paloma le arrojó un vestido de oro y plata, y unos lindos zapatos
de seda y plata. Rápidamente Cenicienta se puso el vestido y partió al baile.
Sus hermanastras y la madrastra no la reconocieron. Pensaron que era una
princesa extranjera, porque se veía tan bonita en su vestido dorado. Nunca se
iban a imaginar que era Cenicienta, porque pensaban que ella estaba envuelta en
el polvo de la casa, buscando lentejas entre la ceniza de la chimenea.
El príncipe se le acercó, la tomó de la mano y bailó con ella. Después no quiso
bailar con ninguna otra. Nunca le soltó la mano, y si alguien venía a pedirle a
Cenicienta para bailar con ella, el contestaba: es mi pareja de baile.
Bailaron hasta muy tarde, y Cenicienta quiso volver a casa.. Pero el príncipe
le dijo: iré contigo, yo te acompañaré", porque quería ver donde vivía la
linda chica. Sin embargo, ella se escabulló y se escondió en el palomar. El
príncipe esperó hasta que llegó el padre, y le contó que la chica desconocida
había saltado dentro del palomar.
El viejo pensó, ¿se tratará de Cenicienta?
Hizo que trajeran un hacha y derribó el palomar, pero no había nadie adentro.
Cuando entraron a la casa, Cenicienta estaba echada en las cenizas, vestida con
sus viejas ropas. Un lamparín ardía en la habitación. Cenicienta había saltado
rápidamente del palomar y había corrido al avellano. Ahí se sacó el lindo
vestido y lo dejó sobre la tumba, y las aves se lo llevaron otra vez. Se vistió
con su camisón gris y regresó a sus cenizas en la cocina.
Al día siguiente, cuando el baile empezó otra vez, y sus padres y hermanastras
habían partido otra vez, Cenicienta fue al avellano y cantó:
“menéate, sacúdete
arbolito de avellana
dame oro dame plata
meneáte por mí “
Y los pajaritos le tiraron un vestido todavía más bonito que el del día
anterior. Cuando Cenicienta apareció en el baile con ese vestido, todo el mundo
estaba impactado por su belleza. El príncipe había esperado a que ella viniera,
e inmediatamente la tomó de la mano y bailó solamente con ella. Cuando otros
venían a pedirle que bailara con ellos, él decía: ella es mi pareja de baile
Cuando se hizo tarde, Cenicienta quiso irse. el príncipe la siguió, queriendo
descubrir a qué casa se dirigía. Pero ella se escapó de él y entró al jardín
detrás de la casa, donde había un hermoso árbol de peras. Ella trepó tan
ágilmente como una ardilla entre las ramas, y el príncipe no supo adonde se
había ido. Esperó hasta que vino el padre, y le dijo: la muchacha desconocida
se escapó de mí, y creo que se ha trepado al peral
El padre pensó, ¿se tratará de Cenicienta?
Hizo que trajeran un hacha y derribó el árbol, pero no había nadie en él.
Cuando entraron a la cocina, Cenicienta estaba echada en las cenizas, como de
costumbre, ya que había saltado del otro lado del árbol y había corrido para
devolver el vestido a la paloma en el avellano y vestirse nuevamente con su
camisón gris.
Al tercer día, cuando sus padres y hermanas de se habían ido, Cenicienta acudió
otra vez a la tumba de su madre y le cantó al árbol:
“menéate, sacúdete
arbolito de avellana
dame oro dame plata
meneáte por mí “
Esta vez la paloma le tiró un vestido que era todavía más bello y deslumbrante
que cualquiera que hubiera tenido antes, y los zapatos eran de oro puro. Cuando
llegó al baile con su vestido, todos se quedaron atónitos sin saber qué decir.
El príncipe solamente bailó con ella, y cuando cualquiera se acercaba a pedirle
un baile, él les decía: ella es mi pareja de baile.
Cuando se hizo tarde, Cenicienta quiso irse, y el príncipe trató de
acompañarla, pero ella se escapó tan rápidamente de él que no pudo seguirla. El
príncipe, sin embargo, le había puesto una trampa. Había derramado resina por
toda la escalera. Cuando ella bajó, dejó su zapato izquierdo pegado en un
escalón. El príncipe lo recogió. Era pequeño y delicado, de oro puro.
A la mañana siguiente, llevó el zapato donde el padre y le dijo: "Nadie
será mi esposa, excepto aquella a la que le calce perfectamente este zapatito
de oro".
Las dos hermanas se pusieron contentas al escucharlo, porque tenían bonitos
pies. Al lado de su madre, la hermana mayor se llevó el zapatito a su
habitación para probárselo. No pudo meter su gran dedo gordo en él, ya que el
zapato era muy chico para ella. Entonces la madre le dio un cuchillo y le dijo:
"córtate el dedo gordo. Cuando seas reina no tendrás que caminar
más".
La chica se cortó el dedo gordo, metió su pie y se aguantó el dolor. Así, salió
con el príncipe, que la montó a la grupa del su caballo como si fuera su novia.
Sin embargo, mientras estaban pasando por la tumba, ahí, en el avellano,
estaban dos palomas que cantaban:
“Oyelo oyelo bien
hay sangre en su pie
el zapato le aprieta
la novia está chueca “
Entonces el le miró el pie y vio como la sangre estaba chorreando. Dio la
vuelta a su caballo y trajo a la falsa novia a su casa otra vez, diciendo que
no era la indicada, y que la otra hermana debía probarse el zapatito. Ella se
fue a su cuarto y metió perfectamente los dedos en el zapato, pero no le
entraba el talón porque lo tenía demasiado grande.
Entonces la madre le dio el cuchillo y le dijo: "corta un poco de tu
talón, cuando seas reina ya no tendrás que caminar".
La chica se cortó un pedazo de talón, metió el pie al zapatito, se aguantó el
dolor, y salió con el príncipe. El la montó a la grupa del caballo como si
fuera su novia. Cuando pasaron bajo el avellano, las dos palomas sentadas,
cantaron:
“Oyelo oyelo bien
hay sangre en su pie
el zapato le aprieta
la novia está chueca “
Entonces el le miró el pie y vio como la sangre estaba chorreando manchando sus
medias blancas de rojo. dió la vuelta a su caballo y trajo a la falsa novia a
su casa.
Esta no es la indicada tampoco, dijo. NO tienes otra hija?
No, dijo el padre. Solo hay una contrahecha y pequeña Cenicienta, hija de mi
primera esposa, pero ella no creo que sea la novia.
El príncipe le dijo que se la mandara, pero la madre respondió: "Oh no,
ella está muy cochina. No la puede ver".
Pero el príncipe insistió y tuvieron que llamar a Cenicienta. Ella primero se
lavó las manos y la cara, y después fue y se inclinó frente al príncipe, quien
le dio el zapatito de oro. Cenicienta se sentó en un banquito, se sacó sus
pesados chanclos de madera y se puso el zapatito. Le quedaba perfecto.
Cuando se paró, el príncipe la miró a los ojos y reconoció a la hermosa joven
que había bailado con él. El gritó "ella es mi verdadera novia".
La madrastra y las dos hermanas estaban horrorizadas y se pusieron pálidas de
la ira. El príncipe no les hizo caso y montó a Cenicienta en la grupa de su
caballo y partió con ella. Cuando pasaron bajo el avellano, las dos palomas
blancas cantaron:
“Oyelo oyelo bien
no hay sangre en su pie
el zapato no aprieta
la novia es perfecta “
Después de cantar esto, las dos palomas volaron y se posaron en los hombros de
Cenicienta, una en el derecho, la otra en el izquierdo, y permanecieron ahí.
Cuando se iba a celebrar la boda con el príncipe, las dos falsas hermanas
llegaron, buscando congraciarse con Cenicienta y compartir su buena fortuna.
Cuando la pareja nupcial entró a la iglesia, la hermana mayor caminaba a su
lado derecho, y la menor a su lado izquierdo. Las palomas le sacaron un ojo a
cada una de ellas. Más tarde, cuando la pareja salió de la iglesia, la mayor
estaba al lado izquierdo, y la menor al derecho; entonces las palomas les
picaron el otro ojo a cada una de ellas. Y así, por su maldad y falsía, las
hermanastras fueron castigadas con la ceguera por el resto de sus vidas
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